martes, 21 de abril de 2015

CXLIII

Las Keres te alcanzaron 

Ebrias las quimeras,
pudiente el escozor,
canalla el nacimiento.

El rojo enjambre de miradas por el que hemos sido devorados.
La urgencia de volver a mirarnos y a esa manada dejar sin rastros.
La abstinencia de olvido de quienes ya no duermen.
La oquedad hace a las respuestas (ni brújula ni oráculo).
Y, burlón, el celeste nos aventó el sosiego, aquellos suspiros frescos.

Unívoca sapiencia: el «mí» que ya no —que nunca—,
que todo y nada ofrece lo mismo.
Cambios hurtados al nacer, por nacer —haber nacido un día—,
movimientos que sólo por espiralar desde la farsa dominan.

¡El condominio de la muerte —somos— nos inauguró!
Ahora, a pasar unos días en esta razón sintiente,
después, después no queda después.

Por escalafón, nos toca el abismo,
unas inicuas caricias de viento seco
y una marea de sangre
que con la espera coquetea.

¿A quién esperás?


Stéphanie Pau Tombetta

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